domingo, 18 de abril de 2010

Negar la historia - profanar la memoria*

"Las cosas que ví están más allá de lo que se pueda narrar. Las pruebas visuales y los testimonios sobre el hambre, la crueldad y la bestialidad eran sobrecogedores.

Hice la visita al lugar, personalmente, con toda la intención, para poder luego estar en condiciones de aportar evidencias de primera mano en caso de que en el futuro se llegase a plantear alguna tendencia a calificar estas evidencias como 'propaganda'".

Gral. Dwight Eisenhower

15 Abril, 1945

Con esta cita grabada sobre una pared de mármol, comienza la visita al Museo del Holocausto de Washington.

La negación de la historia no debería sorprendernos. Según el Dr. Gregory H. Stanton, Presidente de “Genocide Watch”:

“El genocidio es un proceso que se desarrolla en 8 etapas que son predecibles pero no inexorables. En cada etapa las medidas que se tomen pueden detenerlo.

Las últimas etapas deberán estar precedidas por las anteriores aunque las primeras continúen operando durante todo el proceso:

Clasificación,Simbolización, Deshumanización, Organización, Polarización, Indentificación y Segregación, Exterminio y Negación.”

Como vemos, la negación constituye una etapa más en la concreción de un genocidio.

En palabras de Richard Cohen: “la verdad es la última víctima del genocidio”.

Los perpetradores del genocidio tratan en casi todos los casos de hacer desaparecer las evidencias e intimidar a los testigos, ocultando y negando el crimen cometido.

Existen abundantes ejemplos en la historia y uno de los más destacados lo constituye la negación del genocidio armenio por parte del gobierno turco.

Así como cada genocidio tiene sus características propias, también su negación posee rasgos peculiares.

En la negación del Holocausto no solo se pretende negar los hechos históricamente reconocidos reivindicando una ideología perversa que atentó contra los fundamentos básicos de una sociedad democrática, sino que aspira a transformar a las víctimas en victimarios, acusándolas de ser parte de una conspiración que pretende engañar al público en general y sacar rédito del sufrimiento padecido.

Es en este punto donde la negación del Holocausto toma un matiz peculiar y deja al descubierto sus intenciones judeofóbicas, difamando a los judíos e incentivando al odio.

La Negación del Holocausto comenzó a conocerse ya a fines de la década del 40 del siglo pasado, tuvo mayor presencia en la década de los 70 con varios centros alrededor del mundo y hoy a través de Internet, se ha diseminado por todo el mundo, ingresando a cada uno de los hogares difundiendo su doctrina, muchas veces sin ser percibido como el fenómeno que realmente es.

Está integrado por individuos que ostentan títulos profesionales y se esfuerzan por jugar el papel de hombres de ciencia serios y apegados a la exactitud y al rigor detallista.

La manipulación de datos, la falacia de sus afirmaciones, el desprecio por las fuentes históricas y su afanoso esfuerzo por transformar a las víctimas en verdugos culpables rehabilitando a los verdaderos victimarios los dejan fuera del Revisionismo Histórico.

El Instituto de Revisionismo Histórico creado en 1978 en California, constituye el núcleo académico de este movimiento y está dedicado a recaudar fondos, organizar encuentros, propiciar el debate, llevar a cabo seminarios y conferencias y difundir sus ideas en libros, panfletos, revistas y páginas web. Su primer objetivo llegar a los jóvenes estudiantes.

A pesar de encontrarnos frente a uno de los hechos históricos más documentados de la historia mundial, los negadores tergiversan los hechos cuestionando la veracidad de los detalles, desechando documentación y testimonios de diversas y numerosísimas fuentes: alemanas, judías, polacas, soviéticas entre otras, además de materiales probatorios de los numerosos procesos legales de post-guerra y diferentes juicios contra negadores.

Uno de los juicios en el que la verdad histórica desenmascaró las verdaderas intenciones de los negadores fue el que tuvo lugar en el año 2000, cuando el escritor británico David Irving, acusó a la académica americana, Deborah Lipstadt y a la editora Penguin Books, de difamación.

Es importante destacar que este juicio fue iniciado por el propio Irving y se llevó a cabo en Londres, en su propio país.

En su libro “Denying the Holocaust: The Growing Assault on Truth and Memory” Lipstadt describió a Irving como integrante de un movimiento que pretende reivindicar al Nazismo negando la realidad histórica de sus crímenes.

En sus escritos Lipstadt sostiene que Irving tergiversa y manipula la evidencia histórica “para adecuarla a su pensamiento ideológico y su agenda política” y lejos de ser un historiador respetable, lo acusa de ser “extremista, mentiroso, y uno de los más peligrosos portavoces de la Negación del Holocausto”

Luego de un prolongado juicio que acaparó gran atención de la prensa, el Juez Gray, en su fallo de 300 páginas, dictaminó, entre otras cosas, sobre Irving:

“Irving es un racista, antisemita asociado con extremistas neonazis, y ha falsificado la historia para tratar de impedir que Hitler quede involucrado en el asesinato en masa de los judíos.”

“He encontrado como cargos sustanciales que Irving tiene como ideología buscar deliberadamente la manipulación y la falsificación de la Historia.”

¿Por qué desafiar la verdad de más de cincuenta millones de páginas de documentación y más de 70.000 volúmenes sobre el Holocausto que existen en el Museo de Yad Vashem, Israel.?

¿Por qué dudar de los archivos nacionales de los Estados Unidos, Alemania y países de Europa Oriental que contienen innumerables documentos pertinentes a distintas etapas de la Segunda Guerra Mudial y el asesinato de los judíos?

¿Por qué descalificar los millones de testimonios de testigos presenciales, empezando por los de los propios perpetradores, de las víctimas, de los observadores?

¿Por qué desechar millones de estudios e investigaciones históricas realizadas por profesionales calificados?

¿A qué se debe tanta ceguedad?

La negación del Holocausto constituye una plataforma para el antisemitismo moderno, un nuevo ingrediente para viejas recetas de odio. Un odio que empaña la vista, y condiciona la racionalidad.

La Negación del Holocausto no debe ser vista como una agresión a un grupo en particular. Sus planteamientos constituyen un insulto a la civilización toda.

Apelan a la incredulidad, jugando y menospreciando la capacidad de discernimiento del público al que se dirigen.

Sus ataques a la historia del Holocausto constituyen un ataque a los valores más elementales de una sociedad libre.

Por eso la negación ha sido combatida en el mundo occidental tanto en el ámbito político como legal.

En el ámbito político internacional fue rechazada por el Foro de Estocolmo( 2000) por las Naciones Unidas (2005) y por la Unión Europea (2006).

En el ámbito legal, está prohibida por ley en varios países de Europa.

En este contexto resulta sumamente preocupante la reciente decisión del Papa Benedicto XVI de retirar la excomunión de un obispo que niega el Holocausto públicamente, esto cuando aún resuena el silencio del Papa Pío XII durante la barbarie.

Es así que combatida en occidente la negación se ha alojado en el mundo musulmán donde ha sido recibida con bombos y platillos, conformando una maquiavélica combinación de antisemitismo con antisionismo, siendo utilizada además como medio político para tratar de deslegitimar la existencia misma del Estado de Israel.

Resulta incomprensible e inaceptable que un país como Irán, integrante de las Naciones Unidas, viola la resolución tomada en su seno de condenar la negación del Holocausto, organiza un Congreso de negadores, edita libros difamatorios, amenaza con la destrucción de Israel y el organismo internacional que lo acoge permanece en absoluto silencio frente a semejante atropello.

Pero es el ámbito educativo el que más debería preocuparnos.

El legado del Holocausto es universal, y toca temas que tienen que ver con la esencia misma del ser humano.

El Holocausto se ha transformado hoy en un paradigma del mal a partir del cual podemos analizar diferentes conductas del hombre y tomar conciencia acerca de la capacidad que tenemos los seres humanos para crear y hacer el bien así como para destruir, y hacer el mal.

A comienzos del Siglo XXI, vivimos en un mundo cada vez más distante de los eventos del período nazi, pero no por ello más alejado de prejuicios, de violencia, de discriminación, de intolerancia y de odio.

Este fue un crimen que se extendió más allá de sus víctimas directas, que por cierto no fueron solo judías, para afectar a toda la humanidad y las reflexiones sobre las responsabilidades van más allá del mero repudio a la crueldad nazi. Se trata de un hecho que compromete a la esencia misma del ser humano y como tal debe ser enseñado.

La historia del Holocausto nos advierte cómo una convergencia de factores puede contribuir a la desintegración de los valores democráticos, nos llama a identificar las señales de peligro y a aprender cuando y como reaccionar.

Negar el Holocausto es negar la posibilidad de aprender a conocernos, es negar la posibilidad de ejercer una memoria ejemplar que nos sirva de advertencia para evitar nuevas tragedias, es negarle a la humanidad la posibilidad de defenderse de nuevas atrocidades.

La verdad es un derecho que nadie debería conculcar.

En relación a la utilización de la terminología del Holocausto aplicada al conflicto del Medio Oriente considero que quienes así actúan o bien desconocen la complejidad de ambos hechos históricos o bien banalizan intencionalmente lo que fue realmente la maquinaria de exterminio nazi por un lado y los peligros que implica el terrorismo por otro. Pero el análisis de este tema ameritaría un artículo aparte.

Gunter Grass, escritor alemán galardonado en el año 1999 con el Premio Nobel de Literatura y con el premio Príncipe de Asturias escribió en su libro “Escribir después de Auschwitz”:

“No podemos pasar por alto Auschwitz.

No deberíamos, por mucho que nos atrajera, tratar de realizar ese acto de violencia porque Auschwitz forma parte de nosotros, es una marca a fuego permanente de nuestra historia y como ganancia ha hecho posible un entendimiento que podría expresarse así: por fin nos conocemos.”

El eco de este “por fin nos conocemos” resonó con mucha más fuerza una vez que el escritor reconoció públicamente haber pertenecido en su juventud a las Waffen SS, una unidad armada de la maquinaria nazi.

Ojalá que ese eco no se acalle jamás.

Prof. Isabel Burstein Montevideo-Uruguay

* Autora: Isabel Burstein- Artículo publicado en Semanario “Tiempos del Sur” , Año1, Edición 18, Viernes 6 de Marzo al Jueves 12 de Marzo de 2009, Uruguay http://www.tiemposdelsur.com.uy/pdf/semanario.pdf,

Ver además en Yad Vashem: http://www1.yadvashem.org/es/education/articles/article_burstein.asp